Editorial de Josette Combes, RIPESS Europa

El sector del transporte es el primer emisor de gases de efecto invernadero y sus impactos sobre el medio ambiente son numerosos: contaminación atmosférica, contaminación del agua, contaminación acústica, modificación del paisaje o contribución al cambio climático. Sin embargo, no es el tema central de la comunicación pública y está mucho más presente en las inquietudes de lxs ciudadanxos que están presionando para que el difícil tema del transporte comience su transformación. Después de que el modelo del todo-motorizado que se importó en gran medida de los Estados Unidos (con el agravante de los SUV, vehículos utilitarios deportivos, consumidores de mucho combustible y espacio), estamos buscando reducir la velocidad. Y sustituir lo que es codicioso en energía fósil y generoso en contaminación. Menos avión cada vez que podemos usar un modo de circulación menos contaminante, a saber, el tren, o incluso el barco si puede hacer funcionar sus motores con energía solar y eólica. Los viajes se reducen al reorientar las formas de intercambio. Menos camiones entre países para transportar productos que todxs pueden obtener recurriendo a lxs productorxs locales, y son lxs promotorxs de los circuitos económicos cortos y solidarios lxs que más a menudo están en la maniobra. El coche está siendo prohibido en los centros de las ciudades, gracias en particular a la reciente velorución. Para favorecer su abandono, los ayuntamientos proponen alternativas: el desarrollo del transporte público: tranvías, metros, su gratuidad como en Luxemburgo o en algunas ciudades europeas. El ciclismo es cada vez más privilegiado y las ciudades deben desarrollar carriles bici que también puedan ser utilizados por trotinettes (bastante peligrosas para lxs peatones cuando usan las aceras). La intermodalidad se organiza para cambiar desde el tren a la bicicleta con la llegada a las estaciones de estacionamientos seguros para bicicletas individuales donde pueden esperar el regreso de sus compañerxs de carretera. La llegada de la bicicleta eléctrica reduce la dificultad de recorrer largas distancias, aumentando el número de usuarixs potenciales. Las entregas de bicicletas reemplazan a las furgonetas contaminantes y voluminosas (ejemplo de Cargonomia en Budapest). El coche compartido tras ser secuestrado por la start-up Bla bla car encontró en Francia su fórmula solidaria con Mobicoop. Del mismo modo, el ferrocarril recupera color y se rehabilitan algunos circuitos abandonados. Hay una especie de mandato paradójico: no moverse más, pero lo suficiente para que se mantenga el transporte público. En algunos municipios, incluso se está restaurando el transporte de carrozas (véase la experiencia de Ungersteim en Francia, vinculada a una política de transición ecológica más amplia). En Grecia, los experimentos tienen como objetivo reemplazar el motor  de los barcos con energía solar y velas, una especie de «retroceder para avanzar mejor» en un país que tiene 227 islas invadidas regularmente por turistas, lo que intensifica el tráfico en el mar. La iniciativa griega también tiene como objetivo proporcionar nuevos mercados para lxs pequeñxs productorxs.

La economía solidaria está repleta de iniciativas, la mayoría de las veces en forma cooperativa , para reducir el impacto de la movilidad en el calentamiento global, inventando alternativas al todo- térmico. Se asocian luchas para evitar proyectos considerados inútiles en la era del IPCC que nos advierte  a todxs sin ser realmente escuchados por los órganos de toma de decisiones: ampliación de aeropuertos, autopistas superfluas, línea de tren de alta velocidad, que conllevan degradaciones múltiples de suelos, ruido y contaminación que lxs ciudadanxs movilizadxs están tratando de evitar. Se convierten para los grandes grupos económicos en molestias que están cada vez más expuestas a represalias con posibles vulneraciones del derecho a manifestar. En el próximo número de mayo de nuestro boletín se examinará la cuestión de los derechos humanos y su puesta en peligro en muchos países.

La transformación radical de nuestros modos de mobilidad requiere una vez más un cambio de imaginación: considerar la velocidad en su justa medida y aceptar reducirla para durar más tiempo, un precepto útil en muchas circunstancias. «Chi va piano, va sano e lontano