Por Andrea Rodriguez, RIPESS EU y Sofia Pereira, APDES Portugal.

Que como joven tu primera experiencia laboral tenga lugar en un entorno democrático, horizontal, de promoción del trabajo colectivo y los derechos humanos, no es lo habitual. Que sea un entorno feminista y de cuidados, es aún menos probable. 

En un continente marcado por cifras altísimas de paro juvenil (40% España, 33% Grecia, 30% Italia, 25% Lituania, 24,3% Portugal…), por una pandemia que se ha llevado por delante un año entero de nuestras vidas, por el racismo y la xenofobia, por el avance del poder corporativo, el extractivismo, la precarización, el auge de los feminicidios y los transfeminicidios….desde la Economía Social y Solidaria y el Feminismo, insistimos en poner en el centro la vida y los cuidados como alternativa a un mundo que se derrumba.

En este contexto, concretamente, la lucha que las mujeres están llevando a cabo en todo el mundo es una contribución fundamental para organizar y pensar la transformación de la economía. Esto se visibiliza a través de la defensa de los bienes naturales, la transformación de las formas de relacionarnos y la reorganización del trabajo de reproducción de la vida y los cuidados. Una cuestión que está en el centro del movimiento Feminista. 

 

Las relaciones de género en la Economía Global

La industrialización da lugar a una etapa social marcada por la separación entre la producción doméstica de autoconsumo en la familia y la producción orientada al mercado, un proceso que culmina con la implantación del capitalismo. En este momento, se abandona la producción en el hogar y a partir de entonces todos los análisis tienen exclusivamente en cuenta el modo de producción del mercado. Hay una redefinición de los espacios público/ privado y comienza una tradición que ignora la división sexual del trabajo y oculta el trabajo familiar doméstico y su articulación con la reproducción del sistema capitalista. Aparecen así nuevas dicotomías: empresa/familia, público/privado, trabajo mercantil/trabajo doméstico… 

Históricamente, las mujeres se han relegado a la esfera de lo doméstico realizando jornadas laborales infinitas sin cobrar un salario por ello. Cuando acceden al mercado laboral lo hacen en condiciones desiguales a los hombres, cobrando salarios menores, no accediendo a los puestos de toma de decisiones y teniendo que enfrentarse a situaciones en las que se minusvalora sus opiniones. Además de que siempre tienen que seguir haciéndose cargo de la tarea de cuidados una vez terminan su jornada laboral fuera del hogar.

Esta situación, se evidencia aún más hoy en día en un contexto en que la pandemia ha hecho que nuestras casas se hayan convertido en una gran fábrica en la que se estudia, se trabaja, se limpia, se cuida, e incluso se realizan trabajos sexuales, como afirma Silvia Federici.

¿Por qué en este momento es urgente pensar en una transformación de la economía?

La Covid-19 traerá consigo un período de gran enfrentamiento para el que sin duda se necesita una unión de todos los movimientos transformadores. En este sentido es importante que los movimientos se apoyen materialmente e ideológicamente los unos con los otros y confluyan acompañando las resistencias con la construcción de cosas nuevas y con la idea de reinventar la relación con nuestro cuerpo, la naturaleza y con las otras y los otros. Es por eso que el Feminismo es fundamental para la Economía Social y Solidaria, y viceversa.

Además, aún hoy las jóvenes asumen roles sdeterminados por el genero que condicionan la forma en la que se percibe el mundo. Pero también es cierto, que las nuevas generaciones están al frente de las luchas, y son conscientes de que quieren sociedades más justas e igualitarias. Se enfrentan hoy a muchas barreras que saltar y a múltiples vivencias opresoras derivadas de una sociedad cis-heteropatriarcal y racista, pero también tienen muchas cosas que aportar. Por eso es importante que tengan su propia voz y definan su propia lucha.

¿Cómo transformar la economía?

Sostenemos que el primer paso hacia el cambio es a través de la Educación formal y no formal. Un cambio de paradigma requiere un cambio de conciencia. Por ello, la Educación es una pieza fundamental de este proceso -y en particular la Formación Profesional y la Educación Primaria- con su gran potencial para transformar a las generaciones más jóvenes en ciudadanos y ciudadanas profesionales más conocedoras y conscientes de los roles y estereotipos de género, de las formas de sentir y tratar las relaciones, y más capaces de afrontar los retos actuales de la sociedad. La Economía Social y Solidaria viene desarrollando mecanismos específicos basados en la cooperación, la equidad y la solidaridad en los contextos laboral, familiar y muchos otros, el desarrollo inclusivo y sostenible en lo que respecta a la organización de los sectores, la distribución de la riqueza y el lucro, los instrumentos y las asociaciones que organizan el co-diseño y la co-construcción de las políticas públicas que tienen como objetivo el interés general y un vínculo de solidaridad entre las generaciones. En todas estas perspectivas, lxs pionerxs y lxs sucesorxs activxs siguen construyendo el conocimiento y el saber hacer de la innovación, a través del aprendizaje y teniendo en cuenta la gran cantidad de transmisión y difusión. Por lo tanto, el camino de la ESS se inscribe naturalmente en un proceso continuo de aprendizaje y de intercambio, centrado en la innovación y en los enfoques de progreso. En este sentido, la educación es uno de los factores clave de la transformación, ya que los planes de estudio de la ESS también significarían un cambio en la forma en que se concibe la educación hoy en día, especialmente a nivel europeo, con planes de estudio que promuevan el empoderamiento de las mujeres jóvenes, la difusión de conocimientos e información sobre el enfoque feminista y la ruptura de los roles tradicionales de género.

 

El papel de las generaciones más jóvenes

Nosotras, las mujeres jóvenes que participamos y trabajamos en este campo tan especial y orientado a cumplir estos objetivos concretos, “recibimos la llamada” para continuar el trabajo iniciado por nuestras compañeras y, junto a ellas, cambiar radicalmente nuestra realidad y crear un mundo renovado en el que se promuevan activamente alternativas hacia sociedades más inclusivas, justas y amigables, sabiendo siempre que este proceso empieza dentro de nosotras mismas, y que todas necesitamos repensar y deconstruir nuestros patrones y reacciones diarias, analizar nuestras relaciones y reconocer nuestro papel en el movimiento feminista.