Artículo de Toufa Ameur Hadad, REMESS, Marruecos
En los últimos años y en una economía compleja caracterizada por un único objetivo de maximización del beneficio, las organizaciones de la economía social y solidaria han buscado nuevos modelos alternativos más sostenibles y humanos que los antiguos modelos clásicos.
La actual crisis sanitaria ha puesto de manifiesto las carencias y limitaciones del modelo económico clásico, que generalmente están relacionadas con los problemas de sostenibilidad, durabilidad y eficiencia. La idea tradicional de la empresa como “una simple organización cuyo único objetivo es ganar dinero” ha quedado en entredicho.
En Europa y en todo el mundo se han puesto en marcha varias iniciativas para apoyar mejor a los jóvenes emprendedores en un proceso de emprendimiento, transformación e intervención. Se trata de un proceso caracterizado por la innovación, cuyo objetivo es el desarrollo de una nueva fórmula de emprendimiento de utilidad social, que responda a las necesidades de las diferentes estructuras de la ESS en términos de gestión, financiación y colaboración.
Este cambio se lleva a cabo a través de un modelo empresarial inclusivo que ha sido capaz de demostrar su eficiencia económica y de responder a los problemas de precariedad, exclusión social y desigualdad de oportunidades. Y ha encontrado respuestas a necesidades ineludibles que no son satisfechas por el Estado o por el mercado.
Además, el emprendimiento social es ahora un campo emergente que facilita la integración social de los jóvenes en el mercado laboral, ya que no está reservado a determinados perfiles o a determinadas formaciones y pueden participar jóvenes de todos los ámbitos. Los poderes públicos son conscientes de ello y no escatiman esfuerzos para apoyar este sistema a través de una hipótesis de triangulación entre lxs jóvenes emprendedores, lxs actores locales y las estructuras de la economía social.