Editando por Ripess Europe
Fuente: Noticias de Cataluña
En medio de la crisis de la vivienda en Cataluña, está ganando terreno un modelo alternativo: la vivienda cooperativa. Se calcula que en 2028 unas 2.000 personas vivirán en Cataluña en viviendas cooperativas, un modelo que ya está bien establecido en países como Dinamarca y Austria, donde las cooperativas representan casi un tercio de todas las viviendas.
A diferencia de la vivienda tradicional, en la que lxs inquilinos alquilan a los propietarios o piden hipotecas para comprar propiedades, la vivienda cooperativa se basa en la propiedad colectiva. Lxs habitantes no son propietarios directos de sus pisos, sino que adquieren el derecho a vivir en ellos indefinidamente a través de una cooperativa sin ánimo de lucro. Este modelo mantiene los precios estables y evita la especulación, haciendo que la vivienda sea más accesible para quienes luchan contra la subida de los precios del mercado.
Iniciativas cooperativas como Sostre Cívic y Sotrac Cooperativa están liderando el movimiento en Cataluña, ofreciendo viviendas mediante un sistema conocido como cesión de uso. Los residentes contribuyen con una inversión inicial -normalmente en torno al 20% del coste de la construcción- que se les devuelve si se marchan. Luego pagan cuotas mensuales de entre 500 y 600 euros de media, significativamente más bajas que las del mercado.
Para lxs habitantes, las ventajas van más allá de la asequibilidad. Las viviendas cooperativas fomentan fuertes lazos comunitarios, ofreciendo espacios comunes como cocinas compartidas, salones y zonas de trabajo. Algunas cooperativas atienden específicamente a residentes ancianos, ayudándoles a mantener conexiones sociales, mientras que otras, como La Morada en Nou Barris de Barcelona, proporcionan espacios seguros e inclusivos para las comunidades feministas y LGBTQ+.
«La vivienda cooperativa no es sólo para la gente que no puede permitirse comprar una casa, sino también para quienes quieren vivir de una forma más comunitaria», explica Ángela Garcia, profesora de la Universidad de Barcelona y vicepresidenta de Sostre Cívic.
El modelo también está ganando reconocimiento por su sostenibilidad y flexibilidad. Sotrac ha sido pionera en los «apartamentos satélite», que permiten a los residentes ampliar o reducir su espacio vital a medida que cambian sus necesidades con el tiempo. La eficiencia energética es otra característica clave, que ayuda a reducir costes al tiempo que promueve una vida respetuosa con el medio ambiente.
Sin embargo, el acceso al suelo sigue siendo un reto, sobre todo en Barcelona, donde los elevados precios dificultan la obtención de parcelas para proyectos cooperativos. La mayoría de las cooperativas dependen de terrenos públicos arrendados por la ciudad, pero ante la limitada disponibilidad, ahora están buscando formas de convertir terrenos privados en viviendas cooperativas.
«El precio del suelo en Barcelona puede representar el 50% del coste total de un proyecto de vivienda, lo que hace que el modelo sea menos accesible», señala García. Sostiene que el apoyo gubernamental es crucial -tanto en términos de financiación como de marcos legales- para garantizar que la vivienda cooperativa pueda crecer como alternativa viable.
A pesar de estos obstáculos, la vivienda cooperativa está ganando impulso como respuesta a la crisis de la vivienda en Cataluña. El pasado noviembre, Sostre Cívic obtuvo un préstamo de 31 millones de euros del Banco Europeo de Inversiones para construir 350 viviendas cooperativas hasta 2026.
Mientras los precios de la vivienda siguen subiendo y la propiedad está cada vez más fuera del alcance de muchxs, la vivienda cooperativa ofrece una vía hacia una vida más equitativa y comunitaria, que da prioridad a las personas sobre los beneficios.
Vivir en una vivienda cooperativa mejora significativamente la salud
Fuente: Jornal.cat.
Las viviendas cooperativas están demostrando tener importantes beneficios para la salud física, emocional y mental, según un estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB). La investigación, realizada en el marco del proyecto Vivienda cooperativa y saludanalizó las experiencias de 280 personas en 13 cooperativas. Las conclusiones ponen de relieve que este modelo de vivienda -en el que los residentes son propietarios colectivos a través de una cooperativa sin ánimo de lucro- fomenta una mayor estabilidad, seguridad y conexión social, todo lo cual contribuye a mejorar el bienestar.
Una de las principales conclusiones del estudio es la reducción del estrés relacionado con la vivienda y la inseguridad económica. A diferencia de los mercados de vivienda convencionales, la vivienda cooperativa ofrece a los residentes unos costes mensuales estables y más bajos, lo que garantiza una mayor seguridad económica. Esta estabilidad no sólo alivia la presión financiera, sino que también crea una sensación de seguridad, reduciendo el estrés y la ansiedad que suelen acompañar a las situaciones precarias de vivienda.
Más allá de los factores económicos, el estudio destaca la importancia de la comunidad en la configuración del bienestar. Vivir en una cooperativa significa formar parte de un proyecto compartido, donde el apoyo mutuo y la interacción social desempeñan un papel crucial. Los residentes manifiestan un mayor sentimiento de pertenencia, que ayuda a combatir la soledad y mejora la salud emocional. La posibilidad de compartir responsabilidades y recursos refuerza aún más los lazos sociales, fomentando un entorno de confianza y colaboración.
El estudio también señala los beneficios físicos de la vivienda cooperativa, sobre todo en términos de calidad de la vivienda. Muchos proyectos de viviendas cooperativas dan prioridad a la eficiencia energética y al confort térmico, que mejoran significativamente las condiciones de vida. Al garantizar una calefacción adecuada y reducir el consumo de energía, estas viviendas minimizan los riesgos para la salud asociados a las viviendas de mala calidad, como los problemas respiratorios y el estrés por los elevados costes de los servicios públicos.
Lxs niñxs que viven en viviendas cooperativas también se benefician de este modelo. La investigación descubrió que lxs jóvenes residentes desarrollan habilidades sociales, confianza y autoestima más fuertes debido a las frecuentes interacciones más allá de su familia inmediata. La naturaleza colectiva de estas comunidades crea oportunidades para establecer conexiones significativas, fomentando un sentimiento de seguridad y pertenencia desde una edad temprana.
Sin embargo, el informe reconoce que las viviendas cooperativas no están exentas de dificultades. Algunos residentes experimentan frustración y ansiedad debido a las elevadas aportaciones económicas iniciales necesarias para unirse a una cooperativa. Además, la falta de opciones de vivienda similares en el mercado dificulta que quienes necesiten abandonar un proyecto encuentren una vivienda cooperativa alternativa. Las responsabilidades de la autogestión también pueden provocar estrés y fatiga, sobre todo cuando hay que afrontar decisiones financieras o costes inesperados que surgen durante el desarrollo o la gestión de una cooperativa.
A pesar de estos obstáculos, el estudio refuerza la idea de que la vivienda cooperativa es algo más que una alternativa asequible: es un modelo transformador que da prioridad al bienestar social, la estabilidad económica y unas condiciones de vida sostenibles. Con las políticas y el apoyo adecuados, podría convertirse en una solución clave a la inseguridad de la vivienda, al tiempo que fomenta comunidades más sanas y conectadas.