Artículo de Elena Tzamouranou, Dock

En la era del aumento de las catástrofes naturales y las consecuencias del cambio climático, el papel de las comunidades en la gestión de las catástrofes naturales nunca ha sido tan crítico, ya que son la primera línea de defensa. Desde los incendios forestales a las inundaciones, la participación de las comunidades es esencial para una prevención, preparación, respuesta y recuperación eficaces.

La importancia de la participación activa de la comunidad es aún mayor en las pequeñas comunidades de montaña que se enfrentan a retos demográficos como el envejecimiento y la disminución de la población. El declive de la ganadería tradicional y el abandono de las tierras agrícolas han provocado un aumento de la vegetación inflamable, lo que incrementa la vulnerabilidad a las catástrofes naturales. Además, los cambios administrativos (la ley “Kallikratis”) han provocado no sólo una reducción de los recursos disponibles, sino también de la influencia política de las pequeñas comunidades remotas, debilitando su voz en los centros de toma de decisiones en relación con los centros urbanos y las zonas costeras turísticas.

Estos factores hacen necesaria la acción inmediata y la cooperación de todos en la dirección de empoderar a las pequeñas comunidades y a sus gentes, reconociendo y destacando el papel que pueden desempeñar en las catástrofes naturales. El proyecto “Diálogo y Acción contra los Incendios Forestales“, que se está llevando a cabo en cuatro pueblos de la región de Mesenia, aspira a ser un poderoso ejemplo de cómo el conocimiento local y la participación activa de la comunidad pueden mejorar significativamente la resiliencia ante las catástrofes. Aprovechando los conocimientos y la experiencia locales, la planificación participativa y la acción colectiva, las comunidades pueden anticipar mejor las catástrofes, prepararse con mayor eficiencia, responder con eficacia y recuperarse más rápidamente de las catástrofes.

Por qué es importante la participación de las comunidades

Las comunidades poseen un caudal de información de valor incalculable en la gestión de catástrofes. Conocen las características únicas de su entorno, los patrones históricos de las catástrofes naturales y las prácticas tradicionales eficaces de mitigación y respuesta. Esta experiencia puede complementar los datos científicos, dando lugar a estrategias de gestión de catástrofes más completas y eficaces. Por ejemplo, lxs habitantes de un pueblo saben si se ha acumulado vegetación inflamable en algún lugar, si se ha dañado una carretera o si un residente ha construido un depósito privado de agua que puede utilizarse en caso de emergencia.
También conocen sus puntos fuertes y sus vulnerabilidades, así como lo que ha funcionado y lo que no en emergencias anteriores.
Por tanto, lxs residentes de la comunidad tienen un conocimiento experiencial que no puede ser sustituido por expertxs externxs, y esto hace que su participación sea esencial para el éxito de cualquier plan de gestión de catástrofes.

Cuando las comunidades participan activamente en todas las fases de la gestión de catástrofes, desarrollan un sentimiento de propiedad colectiva y de responsabilidad por los planes y las acciones que se ponen en práctica. Este sentido de la responsabilidad crea un fuerte vínculo entre lxs miembros de la comunidad y aumenta su confianza en los procesos de gestión. La confianza, a su vez, es la piedra angular para una mejor cooperación y coordinación cuando surge una emergencia. Es más probable que los miembros de la comunidad participen en las actividades de prevención y preparación, sigan los planes de evacuación y apoyen los esfuerzos de recuperación si han participado en el proceso de planificación. Además, su participación activa les ayuda a desarrollar habilidades y a comprender los pasos necesarios para responder a las catástrofes, lo que les hace estar más preparadxs para responder con eficacia.

La participación activa de la comunidad también es esencial para el cambio de comportamiento y actitud y para promover un enfoque más integrador. Las comunidades pequeñas con relaciones más tradicionales y establecidas tienden a ser insuficientemente inclusivas -ya que la posición de las mujeres y otros grupos vulnerables puede estar arraigada de un modo que no favorezca la igualdad-, pero las relaciones sociales que existen pueden facilitar el acceso a estas personas y fomentar la confianza para que participen activamente. Cuando todos los grupos sociales participan en el proceso, se ponen de relieve cuestiones y necesidades importantes que, de otro modo, podrían ignorarse. Sin esta participación activa y el cambio de comportamientos y actitudes, parece imposible lograr una verdadera inclusión.

Además, las comunidades suelen ser la primera línea de defensa durante una catástrofe, sobre todo en zonas remotas, antes de que lleguen fuerzas oficiales como los bomberos. La respuesta de la comunidad, basada en el instinto de supervivencia, puede conducir al caos y a la escalada de la situación. Por el contrario, reconocer el papel de las comunidades, incluidos sus conocimientos, e implicarlas y educarlas activamente, puede marcar la diferencia entre controlar una situación y agravarla. De este modo, las comunidades pueden limitar el alcance de los daños y ayudar al aparato estatal a responder con mayor precisión y rapidez. La preparación de la comunidad y su participación activa no sólo benefician a los propios residentes, sino que también apoyan el esfuerzo más amplio de gestión de catástrofes. Reconozcámoslo: es el reconocimiento del papel y la participación de las comunidades lo que llevará a tener fuerzas de respuesta inmediata y de respuesta a los desastres naturales en cada pueblo.

Enfoques de la gestión de catástrofes que reconocen el papel de la comunidad

La gestión de las catástrofes naturales puede enfocarse desde la perspectiva de la gestión de riesgos, considerando las estrategias que una comunidad puede aplicar en la prevención, la preparación, la respuesta y la recuperación. En este contexto, la Reducción del Riesgo de Desastres Basada en la Comunidad (CBDRR) y la Reducción del Riesgo de Desastres Gestionada por la Comunidad (CMDRR) son dos enfoques que dan prioridad a las capacidades y los recursos locales, promoviendo la resiliencia basada en la comunidad.

La Reducción Comunitaria del Riesgo de Catástrofes (CBDRR) se centra en la participación de la comunidad en todas las fases de la gestión de catástrofes, desde la evaluación del riesgo y la planificación hasta la ejecución y el seguimiento. Hace hincapié en comprender los riesgos y vulnerabilidades locales, desarrollar estrategias específicas para la comunidad y capacitar a los residentes mediante programas educativos y actividades de desarrollo de capacidades. El objetivo es crear una cultura de prevención, preparación y resiliencia en la comunidad. Al implicar a todos los grupos sociales y aprovechar los conocimientos locales, la CBDRR ayuda a formular estrategias de gestión de catástrofes más eficaces y sostenibles.

Por otro lado, la Reducción del Riesgo de Catástrofes Gestionada por la Comunidad (RRCGC) va un paso más allá al garantizar que las comunidades asumen un papel activo en la gestión de los esfuerzos de reducción del riesgo de catástrofes en su localidad. Las comunidades son conscientes de los riesgos, se organizan en grupos, reciben formación, se certifican y colaboran con las autoridades competentes para emprender acciones. Al promover la autoorganización y la acción colectiva, la CMDRR crea una base sólida para la gestión sostenible y eficaz de las catástrofes. El CMDRR refuerza la capacidad de las comunidades para responder a las catástrofes de un modo adaptado a las condiciones y necesidades locales, al tiempo que fortalece el sentido de propiedad colectiva de la comunidad y su responsabilidad en la gestión del riesgo, siempre con la orientación y el apoyo de las autoridades competentes.

El proyecto “Diálogo y Acción contra las Wildires“: un ejemplo práctico

El proyecto de la zona de Messinia pone de relieve el impacto transformador de la participación comunitaria en la gestión de catástrofes. Los elementos clave del proyecto ponen de relieve cómo la capacitación de las comunidades locales puede aumentar su resiliencia y conducir a resultados más eficaces y sostenibles. En el proyecto piloto participan cuatro comunidades de Mesenia que abarcan la parte meridional de la Reserva Natural “Kalligas” (Messini Antigua, Manganiako, Trikorfo y Koromilia) y su objetivo es reducir el riesgo de catástrofes naturales y mejorar su preparación mediante procesos participativos, diálogo y acciones colectivas. A través de estos cuatro estudios de casos, el proyecto aspira a poner de relieve un modelo de gestión del riesgo de catástrofes naturales que pueda ser adoptado por cualquier pequeña comunidad similar.

Uno de los elementos clave del proyecto fue el desarrollo participativo de escenarios. El proyecto implicó a los miembros de la comunidad en un análisis colectivo de la situación existente y en la creación participativa de prototipos de escenarios de catástrofes, incorporando sus conocimientos y experiencias. Los prototipos de planes resultantes se están consultando para perfeccionarlos de modo que sean realistas y pertinentes a nivel local, garantizando mejores estrategias de preparación y respuesta.

Mediante debates y diálogos organizados, el proyecto abordó las cuestiones éticas asociadas a la gestión de los incendios forestales y puso de relieve cuestiones de gestión de recursos, vulnerabilidades y equidad. Por ejemplo, las comunidades destacaron la necesidad de solidaridad y responsabilidad comunitaria, de una gestión transparente y justa de los recursos, así como de la protección de grupos vulnerables como los ancianos y las personas con problemas de movilidad.
Este enfoque integrador no sólo enriquece los resultados del proyecto, sino que también refuerza la cohesión social y la responsabilidad colectiva.

La documentación sistemática fue otro elemento importante del proyecto. Al documentar sistemáticamente los conocimientos y experiencias de la comunidad, el proyecto proporciona una base sólida para las recomendaciones políticas. El municipio, el departamento forestal, el cuerpo de bomberos, así como los organismos de la región en general, están al corriente de los avances del proyecto, lo que contribuye a la creación de un entendimiento común de las necesidades y retos a los que se enfrentan las comunidades. Este proceso ayuda a tener en cuenta los enfoques comunitarios de la gestión de catástrofes, fomentando la cooperación y la acción coordinada entre diversos organismos y la comunidad.

Orientaciones futuras

El proyecto “Diálogo y acción contra los incendios forestales” pone de relieve la importancia de la participación comunitaria en la gestión de catástrofes.
Dado que las comunidades de todo el mundo se enfrentan a riesgos cada vez mayores de catástrofes naturales, la adopción de modelos similares puede reforzar la resistencia y la preparación a mayor escala.

En el futuro, es necesario

Fomentar las iniciativas de base comunitaria. Esto significa apoyar y financiar proyectos que den prioridad al conocimiento local y a la participación activa de la comunidad. Estas iniciativas deben adaptarse a las necesidades y circunstancias específicas de cada comunidad, garantizando su pertinencia y eficacia.

Promover políticas inclusivas. Es decir, apoyar políticas que incorporen el conocimiento comunitario y aborden las necesidades de los grupos vulnerables. Los responsables políticos deben reconocer el valor del conocimiento local e incorporarlo a los marcos formales de gestión de catástrofes.

Reforzar la participación continua. Es decir, mantener un diálogo y una cooperación continuos entre las comunidades, las autoridades y los expertos en gestión de catástrofes para garantizar estrategias adaptables y resilientes. La retroalimentación periódica y las mejoras iterativas de los planes de catástrofes pueden ayudar a las comunidades a mantenerse preparadas para las amenazas cambiantes.

Invertir recursos en el desarrollo de capacidades. En particular, proporcionar recursos y formación para la capacitación local en gestión de catástrofes. Dotar a las comunidades de las herramientas y los conocimientos necesarios les permitirá adoptar medidas proactivas para reducir los riesgos de catástrofe.

Conclusiones

La participación activa de las comunidades en la gestión de catástrofes es vital para una prevención, preparación, respuesta y recuperación eficaces. Las comunidades locales poseen valiosos conocimientos sobre las especificidades de su zona y son las primeras en reaccionar en caso de incendio. Para reforzar el papel de las comunidades y apoyar los enfoques comunitarios, deben promoverse y apoyarse proyectos centrados en la comunidad como el proyecto “Diálogo y acción contra los incendios forestales”. Al mismo tiempo, deben promoverse políticas que incorporen los conocimientos de las comunidades y aborden las necesidades de los grupos vulnerables, debe reforzarse la participación continua manteniendo el diálogo y la cooperación entre las comunidades, las autoridades y lxs expertos en gestión de catástrofes, y deben invertirse recursos en el desarrollo de capacidades proporcionando formación y las herramientas necesarias en las comunidades. Con estas orientaciones, podemos garantizar un futuro en el que las comunidades estén mejor preparadas y sean más resistentes a las catástrofes naturales, contribuyendo así a proteger a las personas y el medio ambiente.

Para más información sobre el proyecto “Diálogo y Acción contra los Incendios Forestales”, visite el sitio web
https://dock-sse.org/project/empowering-local-communities/
info@dock-sse.org

Traducido de: https://shorturl.at/worv4