Artículo de Rubén Suriñach Padilla (Economista y miembro del equipo coordinador de la XES)

El autor reflexiona sobre el concepto de “Economías Transformadoras” y las alianzas y estrategias que requieren, como antesala del encuentro de Idearia en Madrid, del 17 al 19 de junio.

Hace ya cinco años que vio la luz el libro «Economías Transformadoras de Barcelona». Ésta publicación se basó en una investigación que hice para el ayuntamiento de Barcelona, durante 2016 y 2017, para entender e intervenir en el panorama existente, por aquel entonces, de propuestas de economía transformadora en la ciudad. Pasado este tiempo, y ante la celebración el próximo junio del Encuentro de Idearia, que dedicará un eje a este tema, me parece interesante actualizar algunos aspectos del análisis, especialmente desde un punto de vista estratégico, ya que, con la agudización de la crisis energética y climática, es más importante que nunca acertar las líneas de acción.

Definir transformadora era un reto entonces y lo sigue siendo ahora. De hecho, si nos remitimos a su acepción más aséptica, cualquier proceso económico es transformador (como mínimo desde un punto de vista físico). Para quien esté familiarizado con el vocabulario activista, seguro que el término transformador le remitirá, más bien, a la idea de transformación social. Esta era nuestra intención al elegir el término: definíamos propuestas de economía transformadora como «propuestas de reorganización socioeconómica que introducen puntos de crítica sobre el marco económico dominante y formulan propuestas de cambio socioeconómico que, en distintos grados, intentan transformarlo o paliar sus efectos negativos». Este paraguas nos permitía meter en un mismo saco propuestas tan dispares como el decrecimiento, la innovación social, la economía procomún, la economía circular, la economía feminista o la economía social y solidaria. Al final, lo importante no era la definición, sino generar el pretexto para diseccionar 14 propuestas o conceptos[1], entender su origen, su arraigo en la ciudad y sus potencialidades y limitaciones. Y, sobre todo, ver cuáles de estas propuestas podían ser la base desde las que ensanchar las grietas de capitalismo en la ciudad; es decir, cuáles podían ser puntos palanca significativos sobre los que dirigir, tanto las políticas públicas (desde dentro la institución) como los esfuerzos de autoorganización socioeconómica de las redes activistas.

Con el paso del tiempo, después de haber compartido muchos debates y charlas alrededor de los contenidos del libro del libro, siempre en contraste con mi vivencia en la Xarxa d’Economia Solidària (por tanto, en el contexto catalán), destacaría algunas reflexiones:

El eje de rotación: el proyecto político de transformación socioeconómica que ocupa la centralidad (dentro del ecosistema de economías transformadoras) es la economía social y solidaria. Me atrevo a hacer esta afirmación por diversos motivos. Uno, porque es el movimiento que más proyectos de base aglutina de todo este ecosistema, de modo que no se mueve solamente en el campo de las ideas o de las políticas públicas, sino que se basa en proyectos de autoocupación con una estrategia de construcción de mercados sociales autónomos (solo en Cataluña, el alcance del mercado social es de 1.300 empresas y entidades). Dos, porque es el movimiento con espacios de articulación e incidencia política más consolidado, tanto a nivel sectorial como territorial (la XES tiene alrededor de 20 redes territoriales y 7 comisiones sectoriales, además de proyectos emblemáticos como la Fira d’Economia Solidària de Catalunya, el Pam a Pam o el Balance Social). Tres, porque desde el ciclo político que se inició en 2015 la ESS ha penetrado en las políticas públicas, tanto a nivel local como autonómico, de manera sustancial (existe , por ejemplo, una Red de Municipios de la ESS, que agrupa 58 localidades catalanas que representan más del 80% de la población) y es reconocida por un amplio espectro de partidos políticos. De hecho, está a punto de empezar el trámite parlamentario para una Ley Catalana de la ESS, hecho que permitiría anclar, a nivel legislativo, algunos de los principales avances hechos en los últimos años.

   Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras, celebrado en 2019 en Barcelona
   Foto: FSMET

La cuádruple alianza: la ESS es lo que es hoy, en Cataluña, porque ha sabido también reconocer sus debilidades y abrirse para mejorar en sus distintas dimensiones (en las prácticas de las empresas y entidades; en los marcos conceptuales y programáticos; y en los espacios de articulación). Fruto de esta apertura, ha ido cristalizando –y aun sigue en curso– una hibridación entre las cuatro propuestas de economía transformadora que, a mi entender, ofrecen una alternativa al capitalismo más ambiciosa: la ESS, la economía feminista, la economía ecológica y la economía del procomún (tanto en su expresión más digital, como la vinculada a los comunes urbanos y naturales). La misma XES es una expresión de ello, ya que cuenta con una comisión de ecología, una de economías feministas, una de gestión comunitaria y una de procomunes digitales. Además, en paralelo a esta cuádruple alianza que opera de manera transversal, son claves las articulaciones sectoriales (agroecología, vivienda, finanzas, energía…) para dotarse de herramientas que potencien cada ámbito específico y que, en conjunto, refuercen la propuesta socioeconómica y sociopolítica que las economías transformadoras ofrecen al mundo.

El quinto elemento: existe un quinto factor, que define muy claramente la identidad política de las propuestas y que, a mi entender, delinea el contorno de la alianza necesaria: el anticapitalismo y la defensa de lo público-común. Desde la XES hemos trabajado para quitarnos la etiqueta de “economía privada o mercantil” que se nos adjudica, a veces, desde visiones de izquierda muy estatistas. Y lo hemos hecho proponiendo, además, nuevas visiones de construcción de la esfera “pública”, no vinculadas, necesariamente, al Estado. De ahí la importancia de la suma de visiones feministas, procomunes y ecologistas, porque demuestran que, para la satisfacción efectiva de las necesidades humanas, es necesario combinar distintas esferas en la que transcurre nuestra vida: la biosfera, la esfera doméstica, la comunitaria, la pública-estatal y, en última instancia, la mercantil (y proponer medidas para desmercantilizar las cuatro primeras, transformando nuestra relación, como sociedad, con todas). Precisamente, es desde este reconocimiento de la pluralidad de la economía que se puede romper la visión binaria entre Estado y mercado (y los proyectos políticos asociados), y generar visiones de defensa de lo público, que entienden que el enemigo común es el capitalismo –y que el Estado también puede ser capitalista– y que lo que hay que hacer es garantizar la cobertura de necesidades básicas a través de la defensa, apertura y democratización de lo público-común (mediante, por ejemplo, de sistemas de concertación público-cooperativo-comunitarios). Es exactamente en el factor democratizador y comunitario que la ESS –ecologista, procomún y feminista– tiene mucho que aportar a la hora de construir imaginarios –y prácticas– post-capitalistas que superen el binomio histórico.

El perímetro exterior: en el libro, a la hora de analizar posibles estrategias para reforzar el ecosistema de economías transformadoras, describe distintas zonas sobre las que trabajar, en función de su cercanía o lejanía a la corriente principal. La “zona de transacción” –la más cercana al mainstream– la definía como el espacio de incidencia que te permite llegar a instituciones y ciudadanía a la que es difícil llegar por medios propios, pero que, normalmente, tiene contrapartidas (por ejemplo, diluir el discurso para no parecer demasiado punky, o renunciar a algunos aspectos de una futura ley de ESS para poder incluir otros más estratégicos). Algunos lo definirían como “salir de la zona de confort”. Pasados unos años, y basado en la experiencia de la XES en un contexto institucional favorable (por lo tanto, en una fase de expansión y no tanto de defensa-resistencia), la principal lección que saco es la de aprender a priorizar muy bien cuando salir al perímetro exterior. En medio de la montaña de invitaciones, jornadas, consejos, mesas y demás espacios, uno puede acabar perdiendo tiempo y energía para nada. Para mí, lo que define la prioridad es la capacidad que estas incursiones al perímetro exterior tienen de convertirse en victorias materiales importantes; anclajes normativos y legislativos que consoliden políticas públicas de apoyo; actuaciones que, por escala o repetición, generen nuevas legitimidades (y no al revés; es decir, que te instrumentalicen para reforzar las antiguas legitimidades). A este último efecto, en Cataluña, la generalización del uso de economía social y solidaria en lugar de economía social es un claro ejemplo del cambio de legitimidades (sin perder de vista, claro está, que la ESS sigue siendo minoritaria en las políticas económicas y sociales).

En resumen, creo que la ESS y sus redes son una muy buena base sobre la que aglutinar y articular las propuestas de economía transformadora, siempre que mantengan el carácter abierto para albergar la diversidad de enfoques y miradas (y que se alejen, por lo tanto, de ser lobbies que representan los intereses de sus socios). Y no solo es necesario, sino que es urgente, ya que hemos entrado en un largo ciclo de turbulencias, marcado por la crisis energética y la emergencia climática, que necesitará unos niveles de autoorganización social y de ayuda mutua sin precedentes recientes.

[1] Las propuestas analizadas fueron el decrecimiento, la economía procomún, la economía colaborativa, la economía social, la economía social y solidaria, la economía feminista, la economía del bien común, la innovación social, la emprendeduría social, la responsabilidad social corporativa, el consumo responsable, las economías comunitarias, la economía de los cuidados y la economía circular.