Por Josette Combes
Este mes de noviembre, sólo podemos estar preocupados por el estado del mundo: Sydney amenazada por las llamas mientras los incendios forestales quemaban más de 10.000 km2 en Australia. Del mismo modo, la Amazonia ha sido víctima de incendios devastadores, California se enfrenta a la misma devastación, mientras que Venecia está sufriendo una de las mayores inundaciones de su historia y esta lista podría aumentar cada vez más. A pesar de las negaciones de los escépticos del clima, existe un vínculo entre esta serie de desastres y la degradación del clima y entre esta degradación y lo absurdo, ahora indiscutible, de nuestros estilos de vida intensivos en energía, que, según el Índice de Riesgo Climático Mundial (WCRI), aunque los países en desarrollo son los más afectados, debido a que están expuestos a climas duros, Europa está lejos de escapar de la amenaza. Por ejemplo, Francia es 18º, Portugal 21º, Alemania 23º e Italia 25º, según el ranking del IRC. Se identifica la causa del cambio climático: las emisiones de gases de efecto invernadero ligadas a la producción y al consumo frenético de los países modernos, y el proceso la erradicación de la biodiversidad a través del hormigonado de las tierras agrícolas, y el monocultivo intensivo. Todo esto es ahora bien conocido y documentado. Existen soluciones, las que los ciudadanos se esfuerzan por implementar mientras se organizan para luchar contra esta entropía mortal que amenaza el presente y aún más el futuro. A la espera de que los gobiernos, que se reunirán para la enésima Cumbre del Clima (COP25) en Madrid en diciembre, decidan declarar la emergencia climática y actuar en consecuencia……
RIPESS reúne en sus redes estas iniciativas que demuestran que la deriva de una economía totalmente desconectada de las consecuencias que su desarrollo conlleva no es una fatalidad y que es posible sostener la vida evitando los terribles costes que acompañan a la arrogancia actual. Es urgente unir las fuerzas de los diversos movimientos e iniciativas que están construyendo formas de economías postcapitalistas, transformando las economías para un cambio sistémico que ya no se puede posponer.
Hay una necesidad urgente porque en todo el mundo la gente se está rebelando contra las condiciones injustas en las que la economía de las empresas transnacionales -que son campeonas de la evasión fiscal- las obliga a vivir o incluso a sobrevivir a duras penas. Ningún continente está libre de este aumento de la ira popular, incluso si los factores desencadenantes pueden -a primera vista- variar. Hong Kong, Bolivia, Haïti, Venezuela, Chile y Brasil se enfrentan a una fuerte represión ante la protesta que surge de la confiscación de la democracia por parte de poderes autoritarios apoyados por grandes depredadores que reclaman la supresión de los logros sociales. El movimiento está llegando al pueblo iraní a pesar de un sistema muy coercitivo, en el Líbano, en Irak la misma efervescencia. En Francia, todas las manifestaciones están marcadas por la violencia, ya sean de manifestantes o más aún de policías muy armados. Y en Siria, en medio de una larga y atroz guerra, la resistencia y el desarrollo de una sociedad basada en la solidaridad y la cooperación como Rojava es una lección de esperanza y tenacidad a la que debemos conectar y defender. El auge de los fascismos es de temer.
Las empresas multinacionales están perdiendo terreno aunque no se arriesguen a comunicarse sobre este capítulo por razones obvias, incluidos los GAFA (1). Se puede plantear la hipótesis de que grandes grupos sienten que el fin de su supremacía se avecina porque los seres humanos se están dando cuenta poco a poco de que el peligro de un planeta inhabitable se cierne sobre la especie humana y de que es consecuencia del consumo excesivo de productos que no son realmente útiles, o incluso nocivos, empezando por la producción agrícola llena de plaguicidas e insumos. La búsqueda de reubicar la producción y el consumo se está acelerando.
Por eso es urgente unir fuerzas para construir y continuar construyendo áreas de resiliencia, para inventar cortaincendios pacíficos, para animar ágoras de esperanza. Por eso los miembros de la red, en sus territorios, hierven ollas de contraenvenenamiento. Tendrá algunos ejemplos en nuestro boletín de noviembre. Y no dude en hacernos llegar sus propias recetas. Permanezcamos vigilantes para mantener el sabor del buen vivir.
(1) GAFA: Google, Apple, Facebook, Amazon