por Equipo YITEG

ESTADO DEL ARTE

«La sociedad capitalista nos obliga a vender muchas partes de nosotrxs mismxs», afirma Silvia Federici, filósofa feminista y escritora. El modelo económico neoliberal impuesto en todo el mundo desde Occidente trae consigo una grave violencia y opresión que atenta contra la supervivencia de las personas y el medio ambiente en todo el planeta.

En este contexto, son muchas las luchas que están teniendo lugar en todo el planeta, cada una a su manera, pero todas ellas desafían al sistema actual y demuestran que hay otras formas posibles de vivir en un mundo más justo, igualitario y respetuoso con el medio ambiente.

«Por economías transformadoras entendemos todas aquellas propuestas de reorganización socioeconómica que ponen en juego elementos de crítica al marco económico dominante, y que formulan esquemas de cambio socioeconómico -tanto en la teoría como en la práctica- que se esfuerzan por alterar dicho marco, y por prevenir o paliar los efectos adversos generados por el mismo» (Surinyach, 2019).

LOS DIFERENTES EJEMPLOS DE ECONOMÍAS TRANSFORMADORAS:

Definir y mapear las Economías Transformadoras no es tarea fácil, en este sentido, Álvaro Porro señala que existen tres criterios para delimitar qué prácticas incluir dentro de ellas:

  1. Es importante que hayan desarrollado un determinado marco paradigmático-conceptual.
  2. Deben tener cierta vocación de movimiento social, de incidencia en la sociedad, en el debate político y en las políticas públicas.
  3. Deben implicar un conjunto de prácticas, proyectos y experiencia de hacer economía de manera diferente a la hegemónica.

Por ello, aunque son muchas las experiencias que podrían agruparse bajo este concepto, desde el proyecto YITEG hemos decidido centrarnos en las siguientes, por considerarlas las más importantes por su contribución a la transformación social: economía social y solidaria, procomún, soberanía alimentaria y prácticas agroecológicas, economías feministas y economía comunitaria.

Economía Social y Solidaria:

La Economía Social y Solidaria propone un sistema no sólo económico, sino también sociopolítico y cultural, basando los procesos de mantenimiento de la vida en el centro de la actividad socioeconómica, situando a las personas, las comunidades y el medio ambiente por encima del capital y su acumulación, y rechazando las relaciones de desigualdad y exclusión basadas en el género, la orientación e identidad sexual, la edad o el origen a través de valores relacionados, entre otros, con la cooperación, la reciprocidad, la autogestión y la solidaridad.

Comunes:

Economía basada en el procomún, con tres grandes subgéneros: el procomún urbano, el natural y el digital. Los bienes comunes se basan en la gestión comunitaria, rompiendo la dualidad Estado-mercado como único espacio claro y legítimo para la producción, gestión y asignación de los recursos del sistema económico. Buscan la soberanía directa y el control sobre las esferas de la vida que les importan: sus ciudades, barrios, alimentos, agua, tierra, información, infraestructuras, crédito y dinero, servicios sociales y mucho más, como una forma sistémica de reclamar valores sociales, ecológicos y éticos para gestionar nuestra riqueza compartida.

 Agroecología y soberanía alimentaria:

Los movimientos de la agroecología y la soberanía alimentaria conllevan la reconsideración de nuestra relación con la Tierra y los ciclos naturales, y por tanto conectan todas las luchas en defensa de la Tierra con las suyas propias, entre las que destacan las de la ecología social y las afines al movimiento del decrecimiento. La Soberanía Alimentaria incluye el necesario discurso sobre el poder, la libertad, la democracia, la igualdad, la justicia, la sostenibilidad y la cultura. Los alimentos dejan de ser una mercancía y se integran en los contextos sociales, ecológicos, culturales y locales como fuente de nutrición, sustento, significado y relaciones.

Economías feministas:

El sistema neoliberal ha construido un modo de organización de la sociedad que desarrolla/va en contra de las bases materiales que permiten sostener la vida. En este sentido, las economías feministas nos permiten hacer un ejercicio de reconocimiento/tomada en cuenta algo que el capitalismo siempre ha negado:

  1. Que somos interdependientes como seres humanos.
  2. Que somos ecodependientes con la naturaleza.
  3. El reconocimiento del trabajo de cuidados y de las personas que lo realizan. Es decir, todas las tareas que van más allá de la esfera productiva, más allá de la mera producción de dinero tradicionalmente ocupadas por mujeres -especialmente mujeres migrantes del Sur Global- (cuidado de ancianos, cuidado de niños, tareas domésticas, limpieza, etc.), 

Economía Comunitaria:

La Economía Comunitaria se refiere a todas aquellas actividades que se desarrollan sin depender del Estado ni del mercado, es decir, a través de la autogestión. Nos referimos a todos aquellos intentos colectivos encaminados a satisfacer necesidades y donde prima la idea de pertenencia y participación en una comunidad o grupo. En definitiva, la idea principal es cumplir la función de asegurar las bases materiales de la vida sin ningún beneficio económico. Por ejemplo: un huerto comunitario, una red alimentaria, un banco de tiempo, una escuela popular, una red de apoyo mutuo, etc.