Artículo del proyecto HATISOS
El autocuidado es una estrategia de resistencia política, y hay una emergencia para democratizarla y verla no como algo individual, sino como algo solo posible en su dimensión colectiva. En la reflexión y acción que nos permita aprender a sentirnos acompañadxs entre nosotrxs, a resistir y transformarnos desde la comprensión profunda de pertenecer a algo más que “un yo”. Es en este espacio colectivo donde se ejerce el poder subversivo. En este sentido, el autocuidado no solo es fundamental para el bienestar individual, sino también para la supervivencia de movimientos y organizaciones, ya que es una estrategia de resistencia y resiliencia.
El (auto)cuidado es un término que comenzó a desarrollarse especialmente en el movimiento feminista, como respuesta al trauma que sufren las mujeres víctimas de violencias de género. De hecho, en los últimos tiempos el discurso del autocuidado se ha incorporado a la agenda de prácticas feministas, abordadas desde perspectivas muy diversas. A menudo desde el norte global, el autocuidado se entiende desde una perspectiva desarticulante e individualista; las lógicas capitalistas nos han negado esta percepción del cuidado desde una visión más profunda, ancestral y comunitaria. Es por ello que, muchas veces, cuando hablamos de autocuidado pensamos en el mundo del mindfulness, la terapia, etc. Todas estas cosas no son malas en sí mismas, pero si no están conectadas a la colectividad con la creación de una comunidad y una red, nunca seremos verdaderamente “cuidadxs” porque los seres humanos somos interdependientes. Frente a esto, tenemos el conocimiento de nuestros socios en el Sur Global, especialmente en América Latina, que hablan desde la perspectiva del buen vivir, cuidándonos unxs a otrxs, compartiendo incomodidades y acompañándonos mutuamente.
La Economía Social Solidaria ha realizado una importante labor en el área de los cuidados, partiendo de la premisa de la urgencia de avanzar hacia una economía centrada en la vida. En este sentido, el cuidado puede funcionar como una política para guiar esta transición necesaria de dos maneras: una reorganización del trabajo socialmente necesario y la sustitución de la lógica público-privada por una lógica público-social-comunitaria.
Además, el término democratización del cuidado es poderoso y evocador, ya que implica proponer una organización social del cuidado basada en valores democráticos tanto para las personas que lo reciben como para quienes lo brindan.