El Salto Diario, blogs, articulo del 30 de octubre 2018 por Coordinadora estatal del comercio justo
Recientemente, coincidiendo con el tercer aniversario de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible por parte de Naciones Unidas, el Comercio Justo hemos presentado nuestra nueva Carta. Se trata de un texto en el que actualizamos y reafirmamos nuestros principios y valores, y reivindicamos la pertinencia de este movimiento de la Economía Solidaria ante el escandaloso aumento de la desigualdad y la degradación medioambiental.
En la nueva Carta, que ha sido refrendada por más de 400 organizaciones de todo el mundo, el movimiento del Comercio Justo denunciamos el fracaso del actual sistema neoliberal, un modelo que acrecienta las desigualdades y la pobreza. Un modelo que genera situaciones tan injustas como que un 1% de la población posea tanta riqueza como el resto de los habitantes del planeta.Ante ello y ante el uso interesado y malinterpretado del término Comercio Justo que recientemente vienen haciendo determinados líderes políticos (véase Trump…), el movimiento del Comercio Justo reafirmamos de forma clara cuáles son nuestros valores, principios y prácticas. Con la nueva Carta, el Comercio Justo quiere definir cuál es la dirección en la que quiere avanzar. Y sabemos que en esa dirección vamos a encontrarnos con otros movimientos, con otros grupos de personas, con otras reivindicaciones con las que tenemos mucho en común.
Uno de ellos es el de la Economía Solidaria. De hecho, el Comercio Justo es uno de los movimientos que integran esta visión de la economía que pone a “las personas, el medio ambiente y el desarrollo sostenible y sustentable, como referencia prioritaria por encima de otros intereses”, según se puede leer en la Carta de la Economía Solidaria.
Ambos movimientos también compartimos la importancia de devolver a la economía su verdadera finalidad, esto es, la de “proveer de manera sostenible las bases materiales para el desarrollo personal, social y ambiental del ser humano”. Así también el Comercio Justo frente a la especulación, a prácticas como los mercados de futuros, a las transacciones comerciales sin producto, a estrategias financieras que buscan únicamente el lucro económico a expensas de quienes los producen, defiende el comercio como un intercambio real de bienes, es más, como una interacción entre personas basada en el respeto, la transparencia y el diálogo. En definitiva, un comercio y una economía para la vida, para garantizar una mejor vida para todos y todas. Comerciar para vivir, no vivir para comerciar.
Los seis principios en los que se basa la Economía Solidaria están estrechamente relacionados con los del Comercio Justo. Veamos:
El primero de los principios de la Economía Solidaria es el de la equidad, definida como el “valor que reconoce a todas las personas como sujetos de igual dignidad y protege su derecho a no estar sometidas. […] Una sociedad más justa es aquella que tiene en cuenta las diferencias existentes entre las personas y los grupos.” Este principio de la economía solidaria encuentra su concreción en el Comercio Justo en su primer principio, que pone de relieve la situación de desventaja en la que se encuentran muchas organizaciones productoras, y parte de la idea de que es necesario tener en cuenta esta situación en las relaciones comerciales para no generar situaciones de abuso de poder o de explotación.
La Economía Solidaria establece como segundo valor el del trabajo entendido como “un elemento clave en la calidad de vida de las personas, de la comunidad y de las relaciones económicas entre la ciudadanía, los pueblos y los Estados”. En este sentido, la Economía Solidaria destaca la importancia de la dimensión humana, social, política, económica y cultural del trabajo que permita desarrollar las capacidades de las personas.
También el Comercio Justo comprende el trabajo desde esta misma filosofía, como un elemento que debe garantizar una vida digna. Trabajo que también se entiende como una forma de participar en la sociedad. Este aspecto en el caso de las mujeres es particularmente importante. El Comercio Justo fomenta su trabajo en las organizaciones y su participación en la toma de decisiones. En muchos países y comunidades donde las mujeres en su mayoría viven relegadas al espacio doméstico y familiar, favorecer su actividad productiva fuera del hogar no solo es una vía para aumentar sus ingresos sino que sobre todo les otorga un nuevo rol en la sociedad, mejora su autoconcepto y cambia la visión del resto de la sociedad ante el papel de la mujer. Este cambio de mentalidad poco a poco va transformando la sociedad.
“Consideramos –afirma la carta de la Economía Solidaria- que toda nuestra actividad productiva y económica está relacionada con la naturaleza, por ello nuestra alianza con ella y el reconocimiento de sus derechos es nuestro punto de partida.” Para el Comercio Justo, también la sostenibilidad medioambiental es un aspecto clave. No podría ser de otra manera si tenemos en cuenta que para quienes cultivan la tierra, ésta es su medio fundamental de vida. Además, las comunidades agricultoras y artesanas que viven en zonas rurales son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático. De ahí que el desarrollo de métodos de producción cuidadosos con la naturaleza y el establecimiento de medidas para frenar el cambio climático sea un aspecto fundamental en el Comercio Justo.
El valor de la cooperación en la economía solidaria se define como la importancia de “construir colectivamente un modelo de sociedad basándonos en el desarrollo local armónico, las relaciones comerciales justas, la igualdad, la confianza, la corresponsabilidad, la transparencia, el respeto…” Casi idénticas palabras encontramos entre los principios del Comercio Justo para definir cómo deben ser las organizaciones y las relaciones entre las entidades productoras y compradoras, que se concreta en prácticas como relaciones comerciales a largo plazo, evitar competencia desleal o la prefinanciación de los pedidos.
Otro de los valores del modelo que defiende la Economía Solidaria es el de no tener fines lucrativos, enlazando con la finalidad esencial de este movimiento que no es otro que el “desarrollo integral, colectivo e individual de las personas”. El medio para conseguirlo sería “la gestión eficiente de proyectos económicamente viables cuyos beneficios se reinvierten y redistribuyen”. Finalidad y medio que son exactamente iguales en el Comercio Justo. Así, por ejemplo, las organizaciones productoras reinvierten los beneficios extra y la llamada “prima” en la propia organización o, bien, desarrollan diferentes proyectos educativos, sociales, de salud o infraestructuras en su comunidad. La decisión sobre el uso de los beneficios o la prima se hace de manera democrática, con la participación de trabajadores y trabajadoras. De esta manera, también el Comercio Justo se vincula con el último de los principios de la Economía solidaria, el número 6 “Compromiso con el entorno”, que se concreta en “la participación en el desarrollo local sostenible y comunitario del territorio”.
No queremos alargarnos mucho más pero si continuáramos analizando los detalles de las Cartas de la Economía Solidaria y el Comercio Justo encontraríamos muchas más afinidades. Unas afinidades que constituyen nuestro principal activo, que constituyen nuestra principal fortaleza para construir la sociedad global que todas las personas necesitamos.