La economía circular tiene un doble objetivo: reforzar la resiliencia de los territorios y optimizar el uso de los recursos. La globalización no regulada ha debilitado sectores enteros, ha hecho desaparecer valiosos saberes técnicos y bienes y servicios de calidad. También nos ha puesto bajo la dependencia de dietas muy poco recomendables, de las cuales, por ejemplo, provienen la mayoría de nuestros combustibles fósiles. Es necesaria una deslocalización solidaria, importando lo que falta según las reglas del comercio justo.
El segundo objetivo es salir del paradigma “produzco, consumo, tiro” y pasar de la sociedad del ready to throw y de la obsolescencia organizada al mantenimiento, la reutilización y la reparabilidad. La economía circular considera que los residuos son un recurso equivocado y forman parte de una jerarquía de necesidades. Para completar los circuitos de la materia, se trata de comprar menos cosas nuevas, utilizar mejor los objetos, repararlos y aumentar mucho las tasas de reciclaje.
Así, en lugar de cavar nuevas graveras, deberíamos reciclar los desechos de la construcción, uno de los mayores elementos de generación de residuos. Construyamos de forma modular, para garantizar una mejor adaptación a los nuevos usos. En el ámbito textil, donde una buena parte de la ropa que se compra no se usa nunca, la moda fomenta ahora el upcycling: hacer lo nuevo con lo viejo. Los objetos cotidianos se pueden reparar fácilmente, siempre que se encuentre a los artesanos que lo hagan: es una verdadera pena tirar el cuero, la madera o el metal. Y si necesitamos una herramienta o un objeto concreto, no hay más que unos días al año… qué más práctico que una biblioteca de… objetos, como La Manivelle en Ginebra. Por último, apostemos mucho más por esas energías locales que son el sol, el viento, el agua, la madera, el biogás, el calor del subsuelo y el medio ambiente…
Importantes estudios básicos publicados hace unos meses (en francés) destacan el potencial de reubicación y recirculación de materiales en el territorio de la Gran Ginebra. Los actores de la circularidad se están movilizando y el sector está emergiendo, al igual que el interés público, con la clave de muchos empleos que no se pueden reubicar.
Para generalizar progresivamente estas buenas prácticas, dos herramientas: una planificación (según el modelo de la planificación energética) para la recircularización de la economía y su ritmo; una ley, según el modelo de nuestras leyes de incentivos sobre la biodiversidad o la agricultura, que han demostrado ampliamente su eficacia para legitimar las políticas públicas, mejorar las condiciones marco y reunir a lxs actores. También respondería a la Constitución cantonal, cuyo artículo 161, apartado 2, establece que el Cantón “aplica una política de reducción de los residuos en origen”. En cuanto a la economía social y solidaria, reúne a muchas organizaciones pioneras en materia de sostenibilidad y comprometidas con naturaleza y la transición; ya están presentes y despiertan el deseo de implicarse.