Del 25 al 27 de mayo de 2016, el XVIº Encuentro de la RIUESS, organizado por la Universidad Paul-Valéry Montpellier 3, se centró en los “comunes” y la economía social y solidaria. ¿Qué identidades y qué dinámicas comunes?

Se presentó de la siguiente manera:

“Frente a la extensión de la propiedad privada capitalista en las últimas décadas, especialmente en el ámbito de la propiedad intelectual, se han desarrollado movimientos de resistencia y protesta que favorecen otros modos de apropiación basados en la agrupación asociativa, la mutualización y el reparto. El objetivo es facilitar el acceso a recursos que son objeto de apropiación privada o corren el riesgo de serlo (software libre, revistas científicas, agua, etc.). Junto a los modos de asignación por parte del mercado y el Estado, se están poniendo en marcha modos innovadores de gobernanza. Permiten la gestión conjunta y el acceso compartido a los recursos.”

Encontrará todas las intervenciones (en francés) de estos días en socioeco.org.

Hemos pedido a Carmen Parra, de la Universidad Abat Oliba CEU, España, que nos haga una introducción sobre su intervención: De la economía del bien común a la economía solidaria.

Los comunes se definen como prácticas sociales que buscan establecer una gobernanza colectiva para garantizar el acceso a determinados recursos que no se basan principalmente en el mercado o la redistribución pública (Coriat, 2015). Esta definición da lugar a una nueva identidad económica, según la cual un individuo que no quiere actuar solo no se guiaría por la búsqueda permanente de la maximización de sus propios intereses materiales, sino que asociaría el comportamiento económico a un compromiso con la comunidad, actuaría en la esfera pública -social, económica, política- y se pondría en relación con los demás para actuar en el interés general y común (Iaione, 2011).

Plasman muchas cuestiones jurídicas, políticas, intelectuales y económicas en las que proponen una alternativa al modelo de mercado y generan nuevos espacios para la difusión del conocimiento (Harribey, 2010).

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Para poner en práctica esta idea, hay varias iniciativas que han surgido como respuesta a la crisis financiera con buenos resultados. Ejemplos de esta nueva economía son:]

La economía colaborativa definida como una actividad humana que pretende producir valor en común y que se apoya en nuevas formas, en una organización más horizontal que vertical ( Kaplan, 2014). Incluye el consumo colaborativo (couchsurfing, etc.) pero también los estilos de vida colaborativos (coworking, sharing, vivienda colectiva), las finanzas colaborativas (crowdfunding, préstamos peer-to-peer , monedas alternativas), la producción contributiva (fabricación digital, impresoras 3D, maker spaces) y la cultura libre (Gillomes, 2013).

Junto a la economía colaborativa está la economía circular, que es un concepto económico que forma parte del desarrollo sostenible y se inspira en las nociones de economía verde, economía de uso o economía de funcionalidad. Su objetivo es producir bienes y servicios limitando fuertemente el consumo y el desperdicio de materias primas y fuentes de energía no renovables.

Otra forma de economía que sirve para implementar lo común es la economía ciudadana concebida como un nuevo modelo económico (una tercera vía) cuyos principales actores son lxs propixs ciudadanxs. La economía de lxs ciudadanxs se basa en valores que pueden ganar el apoyo de un gran número de personas, ya que son los mismos valores que hacen que nuestras relaciones sociales tengan éxito: confianza, cooperación, respeto, democracia, solidaridad.

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Los principales motores en los que se basan estas economías son las relaciones, la reputación, la confianza social y otros elementos no económicos dentro de una comunidad. En otras palabras, se organizan según modelos basados tanto en la lógica del mercado como en la social.

Todas estas economías son el vector de un nuevo paradigma en el que el actor principal ya no es el “consumidor” que quiere poseer algo o comprar un servicio, sino un.a ciudadanx, miembro de una comunidad de intercambio (“commoner”), que busca el acceso a un servicio o un bien necesario para satisfacer algunas de sus necesidades. Más bien, es un actor social, individual o cívico para el que las motivaciones económicas tradicionales son secundarias o completamente inexistentes.

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Sin embargo, estas economías necesitan una regulación que se consigue a través de la economía solidaria. Estas son algunas de las herramientas que hay que analizar para implantar la economía del bien común:

a) A nivel organizativo: Las cooperativas se utilizan para dar forma a las empresas creadas por iniciativa de lxs ciudadanxs en el sistema de economía colaborativa.

(b) Para las finanzas: la banca solidaria y ética, la inversión ética o el microcrédito son herramientas para optimizar el uso del capital en proyectos sostenibles.

c) Económico: las monedas solidarias son instrumentos de cambio en beneficio de la economía local.

d) Para el empleo: los derechos de lxs trabajadorxs deben protegerse utilizando los principios de la economía solidaria basados en la discriminación positiva y el interés general.

Por lo tanto, se trata de demostrar que la economía solidaria puede intervenir en la fase de regulación de las “otras economías” que han surgido como consecuencia del fracaso de la economía de mercado. La economía solidaria comparte con ellos sus valores sociales respetando el beneficio presente en toda actividad económica.

Vea el texto completo (en francés) y las referencias bibliográficas aquí.