Artículo de Josette Combes, Ripess Europa

En todas partes, incluso en los llamados países democráticos, demostrar oposición a los poderes fácticos se vuelve peligroso. No se enfatizarán las terribles detenciones seguidas de torturas y ahorcamientos en Irán como resultado del asesinato de Mahsa Amini, llevando a las protestas en las calles contra los mulás, ni sobre el miedo que impide a los opositores en China, en Rusia, en Turquía para ocupar la calle. EEn Francia, un país democrático donde este derecho se respeta «normalmente», los excesos autoritarios se multiplican, especialmente contra aquellos que buscan evitar la realización de proyectos destructivos para el medio ambiente.

«Sin destrucciones, sin disturbios, sin heridos… Lxs periodistas guardan silencio… La información es demasiado suave para ser explotada». Un comentario publicado por una participante, después de los dos días de movilización (22 y 23 de abril, 2023) contra la A69 (Sur Oeste de Francia), una autopista perfectamente inútil cuyo proyecto lanzado hace 25 años acaba de comenzar la destrucción antes de su construcción. A pesar de las encuestas desfavorables, la movilización de lxs ciudadanxs, la protesta de lxs campesinxs cuyas tierras y medio ambiente serán devastados y, lo que es más, a pesar de lo que ahora sabemos sobre el calentamiento global, las autoridades públicas continúan persistiendo en este camino arcaico. Se movilizaron varias asociaciones de resistencia a los absurdos ecológicos: Extinction Rebellion, Les Soulèvements de la Terre y la que organiza desde hace varios años la movilización ciudadana El camino es libre. En su sitio web hay un enlace a una ilustración en video de estos dos días de celebración anti A69. Mucha imaginación y humor, 8200 personas se movilizaron, lanzando cascaras de plátano en la carretera, construyendo un muro simbólico y carreras de «vehiculos» heterogéneos e hilarantes. Sin mencionar las comidas compartidas y la música.

Estas formas de resistencia no siempre son bien toleradas. La protesta contra las megacuencas en Sainte-Solines en los Deux-Sèvres (Francia) fue violentamente reprimida. Prohibida por la Prefectura pero mantenida por lxs manifestantes para protestar contra el proyecto de construir 16 reservas de agua para la agroindustria, el maíz en particular. 1600 gendarmes se enfrentaron a 4000 manifestantes para defender un simple agujero de hormigón, prefiguración de los megabasureros impugnados por los opositores.. El enfrentamiento degeneró y las fuerzas policiales, así como los manifestantes, sufrieron lesiones, algunas de ellas de pronóstico grave y potencialmente mortal. Unxs 200 funcionarixs electxs, abogadxs o profesores denunciaron una violación de «la libertad fundamental de manifestarse» en un foro publicado por Libération (en francés).

El término ecoterrorista forma ahora parte del vocabulario del Ministro del Interior que estaba considerando prohibir la asociación «Les soulèvements de la terre», un procedimiento suspendido hasta la fecha. El anuncio desencadenó una importante movilización de la sociedad civil, yendo mucho más allá de los miembros de la asociación. Añadamos que el mismo ministro aprovechó la ocasión para cuestionar el apoyo a la Liga de Derechos Humanos (LDH), apoyada por el Primer Ministro con el pretexto de una «islamización» de la LDH. Todo ello representa una grave amenaza para las libertades públicas.

Debe recordarse que los activistas que se oponen a los proyectos ecocidas que abundan en todas partes (en la Amazonía, Uganda-Tanzania, etc.) pagan con su libertad, incluso sus vidas.

La ONG Global Witness enumera en su informe más de 1700 asesinatos de militantes ambientales en la última década. Y aunque el número cayó en 2021 en comparación con el año anterior, todavía se concentran en América Latina, que representa más de las tres cuartas partes, liderada por México y Colombia.

En Europa todavía no hemos llegado a ese punto, pero la represión de las manifestaciones es cada vez más dura y las detenciones preventivas, basadas en la vigilancia electrónica, son el arma del poder para evitar los granos de arena en el funcionamiento bien engrasado de la explotación de los recursos y la devastación que resulta de ella.

Uno puede preguntarse con razón quiénes son de hecho los ecoterroristas.